Campa reconoció que es más difícil decir si el paro ha tocado techo; además del empleo, influye en ella la incierta evolución de la población activa. Su estabilización entre julio y septiembre permitió recortar en 70.800 el número de desempleados, hasta los 4.575.000, y rebajar la tasa de paro en tres décimas, para situarla en el 19,8%. En todo caso, el mínimo avance de 800 activos sitúa la tasa de actividad en un nuevo máximo histórico del 74,53%.
La mejoría del empleo en el último trimestre debe matizarse; las vacaciones de verano impulsaron las contrataciones en el sector servicios, el único que creó empleo neto (144.000 puestos). Esa misma circunstancia conlleva un reverso negativo: la tasa de temporalidad repuntó en siete décimas, como resultado del aumento de 127.800 contratos temporales y la disminución de 34.900 en los indefinidos. Así las cosas, las primeras semanas de vigencia de la reforma laboral no han servido a su principal objetivo: mejorar la calidad en el empleo.
La estacionalidad resulta ser el factor decisivo para el aumento trimestral del empleo. De hecho, los datos desestacionalizados que publicó también el viernes el Ministerio de Economía indican una tendencia especular respecto a la mostrada por la EPA: el número de parados creció en 65.000 personas, y la tasa de paro repuntó en dos décimas, hasta situarse en el 20,2% de la población activa.
Aunque sigue su tendencia bajista, la caída interanual del empleo todavía alcanza el 1,7%. Todos los sectores moderan su deterioro, y el agrícola consigue incluso la primera creación neta de empleo desde el inicio de la crisis.
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