El viernes 11 de diciembre la Conferencia Episcopal Española (CEE) hizo pública una Declaración sobre la crisis moral y económica. El documento fue estudiado y aprobado por la Asamblea Plenaria de la CEE en su reunión del 23 al 27 de noviembre pasado. La encíclica del Papa Benedicto XVI Caritas in veritate, del pasado 7 de julio, es la principal fuente de inspiración del documento. En él los obispos reconocen y agradecen que “la comunidad cristiana, y en particular Cáritas, Manos Unidas y otras instituciones de caridad de la Iglesia, están atendiendo y acompañando a los más necesitados de nuestro país y de los países en vías de desarrollo, víctimas, también, de la crisis económica global y de la recesión”.
He aquí las siete claves, las siete preguntas y respuestas, que sintetizan el diagnóstico y la terapia que la Iglesia ofrece y propone:
1.- Las tres principales causas de la crisis: La pérdida de los valores morales y su concreción en la falta de honradez y en la codicia, la escasa protección a la familia y política antinatalista y la deficiente administración de la sociedad del bienestar y de la ya pasada bonanza económica.
(1) “La gravedad de la situación en la que nos encontramos, por causas que tienen su origen en la pérdida de valores morales, la falta de honradez, la codicia, que es raíz de todos los males, y la carencia de control de las estructuras financieras, potenciada por la economía globalizada”.
(2) Otra de lasa causas de la crisis es, para los obispos, “la escasa protección social de la familia y las políticas antinatalistas son perniciosas para la sociedad y tendrán efectos económicos perjudiciales para las generaciones futuras. El juicio de la reciente Encíclica del Papa ilumina y orienta nuestra situación en este ámbito: «La apertura moralmente responsable a la vida es una riqueza social y económica. Grandes naciones han podido salir de la miseria gracias también al gran número y a la capacidad de sus habitantes. Al contrario, naciones en un tiempo florecientes pasan ahora por una fase de incertidumbre, y en algún caso de decadencia, precisamente a causa del bajo índice de natalidad, un problema crucial para las sociedades de mayor bienestar»”.
(3)Para los obispos es también causa de la crisis la mala administración que se ha hecho en los últimos años de la sociedad del bienestar y del desarrollo económico del país.
2.- La dimensión de la crisis: “Todo ello ha provocado la situación actual, cuyas repercusiones llegan a diversos ámbitos de la vida social y afectan gravemente a los más débiles, con especial incidencia en los países en vías de desarrollo. Es especialmente significativa la incidencia de la crisis en las familias, sobre todo en las familias numerosas y en los jóvenes”.
3.- Los efectos de la crisis: “El contexto socioeconómico actual nos muestra una tasa de desempleo disparada, hasta el punto de que hay muchos hogares que tienen a todos sus miembros activos en desempleo, que no reciben ingresos ni del trabajo ni de las prestaciones sociales”.
4.- Las víctimas de la crisis: Junto a las víctimas del paro y sus familias, que afecta a todos los segmentos de la sociedad, la crisis está lesionando también a “los pequeños y medianos empresarios, así como los agricultores y ganaderos, viven en una angustiosa situación económica, asistiendo con impotencia a la destrucción de empleo y cierre de sus empresas, perjudicando gravemente a sus familias, su patrimonio y al mismo progreso de la sociedad”.
“Otro grupo de importancia notable es la población emigrante procedente de países pobres: «Se trata de personas, para noso tros hermanos, que un día vinieron invitados, contratados, o simplemente atraídos por la fascinación de un soñado paraíso. Muchos de ellos han colaborado con su trabajo y con sus servicios, en tiempos de prosperidad, a nuestro desarrollo y bienestar, aumentaron considerablemente los recursos de nuestro país, de la caja de la hacienda pública y de la Seguridad Social, animaron el consumo, el mercado de la vivienda y la vida laboral en general. Ahora, en momento de crisis, de paro y de recesión, no podemos abandonarlos a su suerte»”.
5.- Las dos actitudes principales y más necesarias para salir de la crisis: (1) La primera, la principal de ellas es para el documento de la CEE la toma de conciencia de que no hay verdadero desarrollo sin Dios, como ha recordado el Papa en su última encíclica. “El verdadero desarrollo debe alcanzar a todo el hombre y a todos los hombres. Inevitablemente debemos preguntarnos: ¿qué hombre queremos promover con el estilo social que estamos procurando? ¿Podemos considerar como desa rrollo verdadero el que cierra al hombre en un horizonte intraterreno, hecho sólo de bienestar material, y que prescinde de los valores morales, del significado trascendente de su vida? ¿Puede conseguirse el verdadero desarrollo sin Dios?”.
“Ante todo, es necesario decir en estas circunstancias –prosigue el documento- que el hombre que ha conocido a Cristo se sabe responsable del cambio social en su auténtica verdad: «El desarrollo es imposible sin hombres rectos, sin operadores económicos y hombres políticos que vivan fuertemente en su conciencia la llamada al bien común». Esto demanda un mayor compromiso en el mundo de la educación y en la vida pública, para erradicar en todo momento la corrupción, la ilegalidad y la sed de poder.
(2) En segundo lugar, “es imprescindible un profundo sentimiento de solidaridad con todos los que sufren. Hay problemas derivados de esta crisis que están exigiendo una respuesta inmediata”.
6.- Los cinco ámbitos que requieren una acción inmediata y solidaria: El empleo, una adecuada y humana política con los inmigrantes, el respeto y la promoción de la vida humana, la lucha prioritaria contra la pobreza desde la caridad cristiana y la recuperación de dimensión trascendente y religiosa de la persona.
(1) “Una de las preocupaciones más graves tiene que ver con la ocupación y el empleo. No son fáciles ni de aplicación inmediata soluciones que sean verdaderamente eficaces. La pobreza y el desempleo degradan la dignidad del ser humano. Por ello es necesario impulsar un nuevo dinamismo laboral que nos comprometa a todos en favor de un trabajo decente que «sea expresión de la dignidad esencial de todo hombre o mujer: un trabajo libremente elegido, que asocie efectivamente a los trabajadores, hombres y mujeres, al desarrollo de su comunidad; un trabajo que, de este modo, haga que los trabajadores sean respetados, evitando toda discriminación; un trabajo que permita satisfacer las necesidades de las familias y escolarizar a los hijos sin que se vean obligados a trabajar; un trabajo que consienta a los trabajadores organizarse libremente y hacer oír su voz; un trabajo que deje espacio para reencontrarse adecuadamente con las propias raíces en el ámbito personal, familiar y espiritual; un trabajo que asegure una condición digna a los trabajadores que llegan a la jubilación»
(2) En segundo lugar, es preciso “un trato humano y solidario con los emigrantes, pues la recién aprobada Ley de Extranjería restringe derechos que afectan decisivamente a su dignidad como personas. Una sociedad con un objetivo de auténtico progreso humano se preocupa por el bien de todos y de cada uno”.
(3) El respeto y la promoción de la vida es otro de los ámbitos más necesitados para salir de la crisis: “La aspiración a lograr un desarrollo integral requiere una renovación ética de la vida social y económica que tenga en cuenta el derecho a la vida: «La apertura a la vida está en el centro del verdadero desarrollo. Cuando una sociedad se encamina hacia la negación y la supresión de la vida, acaba por no encontrar la motivación y la energía necesaria para esforzarse en el servicio del verdadero bien del hombre. Si se pierde la sensibilidad personal y social para acoger una nueva vida, también se marchitan otras formas de acogida provechosas para la vida social»”.
(4) La lucha contra la pobreza constituye asimismo una de las prioridades inexcusables del actual momento: “En un mundo globalizado, donde los pobres sufren la peor parte, la Iglesia renueva su compromiso con ellos. Y lo hace porque este compromiso brota de su misma entraña de misericordia, de la fe y de su misión evangelizadora… Debemos sentirnos Iglesia samaritana y solidaria con los pobres ante la angustia de tantas familias, jóvenes y de sempleados. La Iglesia ha tenido siempre entre sus compromisos la lucha contra la pobreza como una exigencia de la caridad, pues «el amor –caritas– siempre será necesario incluso en la sociedad más justa» y, especialmente, en momentos en los que los más débiles se encuentran expuestos a cargar con el precio de las consecuencias de la crisis”
(5) Igualmente, la crisis, para ser bien resuelta, ha de ser una ocasión de abrirnos a Dios, de volver a El. “Sólo teniendo en cuenta la dimensión trascendente de la persona, podemos lograr un desarrollo humano integral: «Ante los grandes problemas del desarrollo de los pueblos, que nos impulsan casi al desasosiego y al abatimiento, viene en nuestro auxilio la palabra de Jesucristo, que nos hace saber: “Sin mí no podéis hacer nada” (Jn 15, 5). Y nos anima: “Yo estoy con vosotros todos los días, hasta el final del mundo” (Mt 28, 20). Ante el ingente trabajo que queda por hacer, la fe en la presencia de Dios nos sostiene, junto con los que se unen en su nombre y trabajan por la justicia»”.
7.- Cinco compromisos inexcusables para salir de la crisis: La toma de conciencia del sufrimiento de las personas más afectadas por la crisis, el discernimiento sobre el gasto público, familiar y privado, la toma de responsabilidad con respecto del bien común, actitudes y gestos concretos de compartir con los más necesitados y la colaboración y corresponsabilidad de todos para salir de la crisis.
(1) En primer lugar, “tomar conciencia del sufrimiento de nuestros hermanos más afectados por la crisis, y un compromiso más solidario de todos, especialmente de los que tienen más capacidad para poner a disposición de los demás los bienes y recursos recibidos de Dios”.
(2) “Es urgente –en segundo lugar- un discernimiento sobre las decisiones de gasto tanto de los poderes públicos como de las familias y de cada uno en particular”.
(1) “La gravedad de la situación en la que nos encontramos, por causas que tienen su origen en la pérdida de valores morales, la falta de honradez, la codicia, que es raíz de todos los males, y la carencia de control de las estructuras financieras, potenciada por la economía globalizada”.
(2) Otra de lasa causas de la crisis es, para los obispos, “la escasa protección social de la familia y las políticas antinatalistas son perniciosas para la sociedad y tendrán efectos económicos perjudiciales para las generaciones futuras. El juicio de la reciente Encíclica del Papa ilumina y orienta nuestra situación en este ámbito: «La apertura moralmente responsable a la vida es una riqueza social y económica. Grandes naciones han podido salir de la miseria gracias también al gran número y a la capacidad de sus habitantes. Al contrario, naciones en un tiempo florecientes pasan ahora por una fase de incertidumbre, y en algún caso de decadencia, precisamente a causa del bajo índice de natalidad, un problema crucial para las sociedades de mayor bienestar»”.
(3)Para los obispos es también causa de la crisis la mala administración que se ha hecho en los últimos años de la sociedad del bienestar y del desarrollo económico del país.
2.- La dimensión de la crisis: “Todo ello ha provocado la situación actual, cuyas repercusiones llegan a diversos ámbitos de la vida social y afectan gravemente a los más débiles, con especial incidencia en los países en vías de desarrollo. Es especialmente significativa la incidencia de la crisis en las familias, sobre todo en las familias numerosas y en los jóvenes”.
3.- Los efectos de la crisis: “El contexto socioeconómico actual nos muestra una tasa de desempleo disparada, hasta el punto de que hay muchos hogares que tienen a todos sus miembros activos en desempleo, que no reciben ingresos ni del trabajo ni de las prestaciones sociales”.
4.- Las víctimas de la crisis: Junto a las víctimas del paro y sus familias, que afecta a todos los segmentos de la sociedad, la crisis está lesionando también a “los pequeños y medianos empresarios, así como los agricultores y ganaderos, viven en una angustiosa situación económica, asistiendo con impotencia a la destrucción de empleo y cierre de sus empresas, perjudicando gravemente a sus familias, su patrimonio y al mismo progreso de la sociedad”.
“Otro grupo de importancia notable es la población emigrante procedente de países pobres: «Se trata de personas, para noso tros hermanos, que un día vinieron invitados, contratados, o simplemente atraídos por la fascinación de un soñado paraíso. Muchos de ellos han colaborado con su trabajo y con sus servicios, en tiempos de prosperidad, a nuestro desarrollo y bienestar, aumentaron considerablemente los recursos de nuestro país, de la caja de la hacienda pública y de la Seguridad Social, animaron el consumo, el mercado de la vivienda y la vida laboral en general. Ahora, en momento de crisis, de paro y de recesión, no podemos abandonarlos a su suerte»”.
5.- Las dos actitudes principales y más necesarias para salir de la crisis: (1) La primera, la principal de ellas es para el documento de la CEE la toma de conciencia de que no hay verdadero desarrollo sin Dios, como ha recordado el Papa en su última encíclica. “El verdadero desarrollo debe alcanzar a todo el hombre y a todos los hombres. Inevitablemente debemos preguntarnos: ¿qué hombre queremos promover con el estilo social que estamos procurando? ¿Podemos considerar como desa rrollo verdadero el que cierra al hombre en un horizonte intraterreno, hecho sólo de bienestar material, y que prescinde de los valores morales, del significado trascendente de su vida? ¿Puede conseguirse el verdadero desarrollo sin Dios?”.
“Ante todo, es necesario decir en estas circunstancias –prosigue el documento- que el hombre que ha conocido a Cristo se sabe responsable del cambio social en su auténtica verdad: «El desarrollo es imposible sin hombres rectos, sin operadores económicos y hombres políticos que vivan fuertemente en su conciencia la llamada al bien común». Esto demanda un mayor compromiso en el mundo de la educación y en la vida pública, para erradicar en todo momento la corrupción, la ilegalidad y la sed de poder.
(2) En segundo lugar, “es imprescindible un profundo sentimiento de solidaridad con todos los que sufren. Hay problemas derivados de esta crisis que están exigiendo una respuesta inmediata”.
6.- Los cinco ámbitos que requieren una acción inmediata y solidaria: El empleo, una adecuada y humana política con los inmigrantes, el respeto y la promoción de la vida humana, la lucha prioritaria contra la pobreza desde la caridad cristiana y la recuperación de dimensión trascendente y religiosa de la persona.
(1) “Una de las preocupaciones más graves tiene que ver con la ocupación y el empleo. No son fáciles ni de aplicación inmediata soluciones que sean verdaderamente eficaces. La pobreza y el desempleo degradan la dignidad del ser humano. Por ello es necesario impulsar un nuevo dinamismo laboral que nos comprometa a todos en favor de un trabajo decente que «sea expresión de la dignidad esencial de todo hombre o mujer: un trabajo libremente elegido, que asocie efectivamente a los trabajadores, hombres y mujeres, al desarrollo de su comunidad; un trabajo que, de este modo, haga que los trabajadores sean respetados, evitando toda discriminación; un trabajo que permita satisfacer las necesidades de las familias y escolarizar a los hijos sin que se vean obligados a trabajar; un trabajo que consienta a los trabajadores organizarse libremente y hacer oír su voz; un trabajo que deje espacio para reencontrarse adecuadamente con las propias raíces en el ámbito personal, familiar y espiritual; un trabajo que asegure una condición digna a los trabajadores que llegan a la jubilación»
(2) En segundo lugar, es preciso “un trato humano y solidario con los emigrantes, pues la recién aprobada Ley de Extranjería restringe derechos que afectan decisivamente a su dignidad como personas. Una sociedad con un objetivo de auténtico progreso humano se preocupa por el bien de todos y de cada uno”.
(3) El respeto y la promoción de la vida es otro de los ámbitos más necesitados para salir de la crisis: “La aspiración a lograr un desarrollo integral requiere una renovación ética de la vida social y económica que tenga en cuenta el derecho a la vida: «La apertura a la vida está en el centro del verdadero desarrollo. Cuando una sociedad se encamina hacia la negación y la supresión de la vida, acaba por no encontrar la motivación y la energía necesaria para esforzarse en el servicio del verdadero bien del hombre. Si se pierde la sensibilidad personal y social para acoger una nueva vida, también se marchitan otras formas de acogida provechosas para la vida social»”.
(4) La lucha contra la pobreza constituye asimismo una de las prioridades inexcusables del actual momento: “En un mundo globalizado, donde los pobres sufren la peor parte, la Iglesia renueva su compromiso con ellos. Y lo hace porque este compromiso brota de su misma entraña de misericordia, de la fe y de su misión evangelizadora… Debemos sentirnos Iglesia samaritana y solidaria con los pobres ante la angustia de tantas familias, jóvenes y de sempleados. La Iglesia ha tenido siempre entre sus compromisos la lucha contra la pobreza como una exigencia de la caridad, pues «el amor –caritas– siempre será necesario incluso en la sociedad más justa» y, especialmente, en momentos en los que los más débiles se encuentran expuestos a cargar con el precio de las consecuencias de la crisis”
(5) Igualmente, la crisis, para ser bien resuelta, ha de ser una ocasión de abrirnos a Dios, de volver a El. “Sólo teniendo en cuenta la dimensión trascendente de la persona, podemos lograr un desarrollo humano integral: «Ante los grandes problemas del desarrollo de los pueblos, que nos impulsan casi al desasosiego y al abatimiento, viene en nuestro auxilio la palabra de Jesucristo, que nos hace saber: “Sin mí no podéis hacer nada” (Jn 15, 5). Y nos anima: “Yo estoy con vosotros todos los días, hasta el final del mundo” (Mt 28, 20). Ante el ingente trabajo que queda por hacer, la fe en la presencia de Dios nos sostiene, junto con los que se unen en su nombre y trabajan por la justicia»”.
7.- Cinco compromisos inexcusables para salir de la crisis: La toma de conciencia del sufrimiento de las personas más afectadas por la crisis, el discernimiento sobre el gasto público, familiar y privado, la toma de responsabilidad con respecto del bien común, actitudes y gestos concretos de compartir con los más necesitados y la colaboración y corresponsabilidad de todos para salir de la crisis.
(1) En primer lugar, “tomar conciencia del sufrimiento de nuestros hermanos más afectados por la crisis, y un compromiso más solidario de todos, especialmente de los que tienen más capacidad para poner a disposición de los demás los bienes y recursos recibidos de Dios”.
(2) “Es urgente –en segundo lugar- un discernimiento sobre las decisiones de gasto tanto de los poderes públicos como de las familias y de cada uno en particular”.
(3) “Fomentar la responsabilidad hacia el bien común y hacia las víctimas más afectadas por esta situación”, ha de ser el tercer compromiso.
(4) “Promover actitudes cristianas para el compartir es especialmente necesario en esta coyuntura. Por ello, urgimos a las comunidades cristianas a que compartan sus bienes con los afectados por la crisis. Algunos ya lo han hecho donando el 1% de sus ingresos como un signo de su compromiso con los pobres. Por nuestra parte, la Conferencia Episcopal Española, a través de Cáritas, se dispone a entregar un porcentaje que este año será del 1,5% del fondo común interdiocesano”.
(5) Por último, “aun cuando la responsabilidad primera de promover soluciones para salir de la crisis le corresponde a los poderes públicos, sin embargo será preciso también que como Iglesia samaritana colaboremos con otras instituciones y organizaciones sociales en la solidaridad con las víctimas de la crisis”.
(4) “Promover actitudes cristianas para el compartir es especialmente necesario en esta coyuntura. Por ello, urgimos a las comunidades cristianas a que compartan sus bienes con los afectados por la crisis. Algunos ya lo han hecho donando el 1% de sus ingresos como un signo de su compromiso con los pobres. Por nuestra parte, la Conferencia Episcopal Española, a través de Cáritas, se dispone a entregar un porcentaje que este año será del 1,5% del fondo común interdiocesano”.
(5) Por último, “aun cuando la responsabilidad primera de promover soluciones para salir de la crisis le corresponde a los poderes públicos, sin embargo será preciso también que como Iglesia samaritana colaboremos con otras instituciones y organizaciones sociales en la solidaridad con las víctimas de la crisis”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario